Grupo de pescadores artesanales de Piriápolis investiga un arte de pesca alternativo para valorizar las capturas.

En el marco del Llamado “Más tecnologías para la producción familiar” que lleva adelante el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca a través de la Dirección General de Desarrollo Rural (MGAP/DGDR) en conjunto con el Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA), el Grupo Popa, que funciona en Piriápolis, presentó un proyecto en conjunto con Facultad de Ciencias dirigido a mejorar la producción familiar pesquera, optimizando el funcionamiento de nasas como arte de pesca artesanal complementario. El proyecto busca contribuir a disminuir la interacción con los lobos marinos y valorizar las capturas en la localidad.

Entre los objetivos del proyecto están mejorar la capturabilidad de las nasas por medio del uso de ciertas variantes en forma o materiales; incentivar la valorización del pescado artesanal por parte de restaurantes locales; y socializar y difundir las diferentes vivencias y aprendizajes.

Popa es un grupo interdisciplinario formado por pescadores artesanales e investigadores. “Es un grupo muy horizontal, en el cual el pescador plantea la problemática y entre todos buscamos la solución”, dice Jonny Bouyssounade, uno de los pescadores artesanales que forma parte del proyecto. En esta iniciativa participa no sólo el pescador que sale al agua, sino toda la familia, que colabora tanto en la construcción de las nasas como participando en las diferentes reuniones.


El grupo comenzó a funcionar en el año 2011, buscando mejorar la calidad de vida del pescador. Investiga con el fin de mejorar la pesca y por ende las ventas, y la interacción con la fauna marina y el medio ambiente. Para ello, sus integrantes toman datos y trabajan en observación, en embarques experimentales. En base a planillas, observan el tamaño del pescado, su peso, la forma de alimentación... Los saberes del pescador se complementan con los del investigador. “Siempre tenemos a alguien de Facultad que sube y toma los datos; hay mucha gente involucrada, no sólo los pescadores. Nosotros tenemos la práctica, pero nos falta la capacidad del investigador. Toda esa dinámica de trabajo es muy interesante”, comenta Jonny.

Una de las problemáticas más grandes que deben enfrentar es la interacción con los lobos marinos. La nasa es un arte de pesca que puede tener diferentes formas o tamaños y sirve para pescar diferentes organismos. Es como una especie de jaula, con diferentes estradas o bocas, por donde los peces entran y no pueden escapar. En Piriápolis, una de las artes que se usa por excelencia para capturar brótola es el palangre; consiste en una línea madre con muchos anzuelos. De esta manera, el pescado queda expuesto al lobo. Ya se ha verificado que en la nasa el lobo no puede entrar y por tanto no puede comerse el pescado capturado.

“Se supone que esto de las nasas funciona en otros lugares y tratamos de traerlo en escala a nuestra pesca artesanal. Las nasas funcionan en barcos de 25 metros; esas nasas las trajimos a nuestras barcas de 5 metros hasta 8, de menor escala. A su vez las tratamos de mejorar en tanto nosotros tenemos otras corrientes, mareas, profundidades y tratamos de buscar que sean más productivas”, dice Jonny.

Investigación participativa.


Patricia Iribarne trabaja en este proyecto desde el año 2011. Se acercó por su formación de grado de la Licenciatura en Biología Humana: “Me acerco por interés de temas que tuvieran que ver con salud humana, medioambiente y estrategias de participación pública”, recuerda. “El proyecto ‘Más tecnologías’ nos permite a nosotros continuar con un trabajo que veníamos realizando con el grupo desde antes y continuar con otro proyecto previo que pretendía diseñar y probar nasas como un arte de pesca alternativo para la región. Diseñarlas en función de la localidad y de las condiciones locales”, explica.

“El grupo se conforma en 2011 ya con una estrategia de investigación acción participativa que nos permite hacer investigaciones aportando visiones y saberes desde diferentes experiencias y tipos de conocimientos”, dice Patricia. “Todos entendemos el problema de diferente forma y lo que tratamos, a través de esta metodología, es integrar ese conocimiento y el resultado que se obtiene es mucho más rico”, expresa

Según la licenciada en Biología Humana, este proyecto tiene dos grandes patas que reflejan los dos grandes emprendimientos del grupo: “por un lado tratar de buscar una solución respecto a la pesca y la interacción con los lobos marinos, entender el problema, cuantificarlo y hacer algo al respecto; y por otro generar estrategias de comunicación que permitan la valorización de la pesca artesanal y de las personas que trabajan en la pesca”

Patricia cree que este proyecto puede aportarles a los pescadores una mejora en la calidad de vida y las condiciones laborales en general. “Una de las cosas que se pretende es generar vías de venta directa”, dice Patricia. Otro aspecto que rescata es el aprendizaje que se da en todo el proceso.

Con este proyecto se viene mejorando un prototipo de nasa que se está estudiando desde hace poco más de dos años. Se buscó que las nasas fueran colapsables, de modo que fueran fáciles de transportar. En esta etapa se están probando diseños mejorados: “Para eso hay que embarcarse, colectar datos y analizarlos para ver los resultados de esta etapa y pensar en qué aspectos se pueden mejorar”, dice Patricia.

Trabajo en equipo.


“Esta es una buena oportunidad para que la sociedad uruguaya vea y comprenda qué esla pesca artesanal”, dice Jorge Luis Bentancur, otro de los pescadores artesanales que colabora con el grupo en el armado de nasas y en las salidas al agua. “Es una forma para que la sociedad entienda que somos ciudadanos, tenemos nuestras viviendas, tenemos una vida normal, mandamos nuestros hijos a estudiar y vivimos directamente de la pesca artesanal”, dice.

Omar Bentancur (Cachito) es otro de los pescadores del grupo. Se inició en la pesca industrial hasta que conoció la pesca artesanal y la adoptó como forma de vida. De familia de mejilloneros, se integró al Grupo Popa en el año 2012. “Es muy frustrante no poder hacer nada contra el lobo, porque la comida de tu familia te la saca de las manos”, dice. Omar participa en las diferentes reuniones y trabaja en las mejoras de las nasas, además de crear un vínculo con la sociedad: “Apuntamos a que la pesca se conozca, a mostrar nuestro trabajo al consumidor para mejorar las ventas y que la gente conozca lo que está comiendo, que es un pescado fresco y nutritivo”, dice. “El proyecto nos ha dado herramientas y materiales para mejorar el tipo de trampas y los beneficios son buenos, porque las capturas son mejores. Si seguimos así, aumentando las nasas (…) se podrá lograr una buena captura y una buena venta”, dice Omar.

Mucho de lo que pescan se vende en un puesto en el puerto y también a algún restaurante local. “Con ellos queremos crear el mismo vínculo que los consumidores, para que conozcan nuestro trabajo y lo bueno que es vender pesca artesanal”, agrega el pescador.

Las ventas.


El restaurante Roma Amor de Piriápolis es uno de los locales que compra la pesca artesanal del día: “Nosotros tenemos un pescador de confianza con quien hemos hecho un vínculo muy amistoso, casi familiar. Él nos ofrece la pesca y nos explica para qué es buena, sus cualidades y sus aportes nutricionales”, dice Jennifer Torres, propietaria del local comercial. Allí se trabaja en base a la pesca del día y se prepara todo tipo de platos: a la plancha, al doré o a la milanesa y con diferentes salsas; cazuela de mariscos y paella. El pescado es un producto que se vende bien, incluso en invierno.

Intercambio de saberes. 


Valentina Franco-Trecu es bióloga, investigadora de la Facultad de Ciencias. Colabora con este proyecto haciendo sus aportes desde la biología y ecología de los leones marinos y en aspectos estadísticos y de diseño de muestreo. “El enfoque de investigación participativa tiene como característica que todos los actores relacionados estén involucrados”, dice Valentina. “Se armó como un puzzle de los distintos saberes y de esa manera nos complementamos para que la investigación sea mucho más rica”, agrega.

Del proceso de investigación acción participativa rescata que todos han hecho el esfuerzo de aprender de los saberes de los otros: “Escuchamos otros saberes, otras formas de ver las cosas, desde otros ángulos y eso es lo más rico. Y en función de respetar esas otras visiones también uno aprende mucho de uno mismo y, como toda interacción humana, es enriquecedor desde todo punto de vista”, dice Valentina.

“Cuando hay una problemática y el pescador es escuchado, tanto por la cátedra como por el gobierno, ahí funciona. Si crece desde el pie, la cosa va a ir bien”, complementa Jonny.

MGAP

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