“Tenemos una deuda pendiente gigantesca con la educación”

Uruguay se encuentra entre los cuatro países del mundo más exuberantes, con un crecimiento por encima de sus capacidades. Sin embargo, no hay garantías de que la bonanza haya llegado para quedarse, y menos aun, que garantice el desarrollo armónico del país. Sin una mejora en la gestión de la educación, el país no podrá aprovechar la ventana de oportunidades que tiene abierta.

Así lo señaló el director académico de Ceres, Ernesto Talvi, en entrevista con El Observador. A continuación, un extracto de esa conversación.

Usted habla de un Uruguay “exuberante”, que crece incluso por encima de sus capacidades. ¿Es un Uruguay atípico o uno al que podríamos acostumbrarnos?
Es un Uruguay al que podríamos llegar a acostumbrarnos en la medida que tomemos conciencia de que la nueva geografía global que tanto nos favorece, donde abundan recursos financieros baratos que llegan a raudales a invertirse en las economías emergentes, con altos precios de los commodities, nos abre una ventanilla de oportunidad. Segundo, los altos precios de las materias primas, debido a la migración del dinamismo hacia las economías asiáticas, genera luego la respuesta de la oferta. Pero eso no nos asegura el futuro de manera definitiva. Es en este momento que tenemos que aprovechar para hacer las cosas que debemos hacer para que luego de que esta bonanza circunstancial se disipe, podamos seguir creciendo sobre la base de nuestras propias energías.

¿Cuál es el principal elemento a modificar?
Hay muchas cosas fundamentales, pero la más importante es la calidad de la educación. No solo como motor del desarrollo económico: todos los países ricos producen cosas sofisticadas que requieren conocimiento, inteligencia, diseño y tecnología. Todo lo que nace de la mente humana. Además, importa a los efectos de un desarrollo socialmente armónico, que un crecimiento basado en altos precios de commodities y altos costos de capital no va a generar por sí solo.
Y en educación, Uruguay no está tan bien como en sus indicadores macroeconómicos...
Si en el índice de exuberancia económica que hemos construido, Uruguay está en tercer lugar después de Brasil y Argentina, y arriba de China que está cuarto, en los indicadores de calidad educativa estamos en los últimos lugares. Tenemos una deuda pendiente gigantesca.

¿Y dónde está esa deuda? ¿En los recursos destinados a la educación, en la gestión educativa, en los contenidos que se enseñan?
Estamos haciendo un trabajo a fondo en Ceres, que vamos a presentar a fin de año, en el que analizamos para un grupo importante de países la eficiencia en el gasto educativo y de forma preliminar concluimos que el gasto per cápita importa. Lo que observamos es que en América Latina, para el nivel de gasto per cápita que se hace, los resultados son inferiores a los que deberían ser. Tenemos un serio problema de gestión, en el cómo se hace. Y esos problemas de gestión, al menos en Uruguay, están fuertemente concentrados en los segmentos socioeconómicos más frágiles de la sociedad, donde la tasa de fracaso educativo es mayor a 70%, y con eso nos referimos a chicos de 15 años que están en la antesala del mercado de trabajo, que no reúnen las destrezas mínimas para insertarse productivamente en los ámbitos laborales y en la sociedad del conocimiento.

La crisis se extiende y se profundiza tanto en Europa como en Estados Unidos. ¿Debemos empezar a preocuparnos?
Por la situación europea, sí. Tendríamos que estar preocupados, atentos y preparados para que las cosas se pongan peor antes de ponerse mejor. Europa es una unión económica y monetaria, pero no una unión política y entre otras cosas implica que desde un punto de vista fiscal, cada gobierno se debe hacer cargo de su deuda sobre la base de los recursos que puede recaudar; a diferencia de Estados Unidos, que es una unión política y la deuda federal no es de todos los estados sino de la nación. Los contribuyentes alemanes y franceses no tienen por qué hacerse cargo de la deuda de los griegos y los portugueses. Y ahí está el problema. Para resolver los problemas de solvencia de estos países y no dañar irreparablemente los balances de los bancos, se va a requerir que Alemania y Francia se hagan cargo de parte de las pérdidas. Y esto que parece fácil es muy difícil de vender a los Parlamentos y a los contribuyentes.
¿Qué repercusiones tendría para Uruguay que la situación llegara al límite?
En un escenario adverso, si existe un problema mal resuelto de deuda soberana en Europa y si se desata una situación de fuertes turbulencias financieras globales, se van a producir fenómenos cualitativamente similares a los de Lehman pero probablemente más serios y persistentes, porque los gobiernos ya no van a tener las espaldas que tenían para amortiguar la situación.

Desde el gobierno se dice que estamos “sobreprotegidos” y de hecho contamos con líneas de crédito contingente con organismos multilaterales. ¿Es suficiente?
Está blindado financieramente, que no es poco decir. No espero problemas de repago de la deuda, ni los bancos con sus depósitos. Ahora, el impacto económico se va a sentir y se va a sentir fuerte. En parte, por nuestro propio éxito. Porque Uruguay recibe hoy una enorme afluencia de capitales externos que financian aproximadamente 30% de la inversión en el país. Si esos capitales se retraen, dejan de venir, le quitan inmediatamente capacidad de inversión y gasto en bienes duraderos a la economía, inmediatamente. Además, como Brasil está recibiendo aún más capitales externos que nosotros, a razón de casi 45% de la inversión, si eso golpeara a Brasil, a nosotros nos daría un segundo golpe a raíz de la dependencia que se ha creado con la región.

¿Y ese blindaje financiero no podría ser usado para amortiguar, con políticas contracíclicas, el impacto económico?
Podría hacerlo si los recursos dieran. Pero si se presenta una turbulencia internacional más o menos persistente, la situación fiscal del país se va a deteriorar significativamente y bastante rápido. Calculamos que el déficit subyacente y estructural de Uruguay anda en 4,5% del PBI contra el 1,5% que se observa. En un contexto en el que de por sí las finanzas públicas van a estar muy debilitadas, agregarle a eso un programa de gasto público contracíclico, para tratar de amortiguar el golpe en lo privado, puede generar problemas de credibilidad. Nuestro margen de maniobra, dado que no hicimos los deberes cuando tuvimos el boom, va a ser bastante estrecho.

¿Brasil es hoy día una fuente de estabilidad o de incertidumbre para Uruguay?
Una cosa es que seamos dependientes de Brasil y otra, que estemos moviéndonos al unísono, porque hay factores comunes que influyen de la misma manera en toda la región. Están las dos cosas. Los altos precios de los commodities y la fuerte afluencia de capital nos favorece de manera independiente. En ambas economías hay una exuberancia económica, un período en que la producción crece por encima de su potencial, el crédito aumenta fuerte para financiar los niveles de consumo, una importante apreciación cambiaria y presiones inflacionarias. Si de golpe hay una turbulencia financiera, nos va a pegar de manera parecida, aunque en Uruguay amplificado por la dependencia.

Con una inflación por encima de la meta oficial y un déficit fiscal en pleno auge de la economía, ¿estamos en condiciones de soportar un dólar más alto?
Sería una consecuencia inevitable de un deterioro de la condición externa y un mecanismo sano de ajuste. Si la situación se deteriora a nivel internacional y se detienen las afluencias de capitales y bajan los precios de los commodities, va a haber una retracción fuerte de la demanda interna. Si se deprecia la moneda, ayuda a que por la vía exportadora se pueda reemplazar en parte esa retracción. Yo lo veo como parte de la solución y no como parte del problema.

¿Qué probabilidad adjudica a esa depreciación de la moneda?
Para mí, es tan probable o improbable como la posibilidad de que en el escenario mundial las cosas se compliquen seriamente. El punto más álgido e inminente es el problema europeo. A ese problema le asigno baja probabilidad, a que el liderazgo político no reaccione de la manera adecuada, pero sí creo que para eso se van a tener que ver al borde del abismo.

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