Uruguay como caso de estudio en la movilidad eléctrica en el transporte público

Reciéntenme en un encuentro virtual desde Europa y organizado por el Banco Mundial sobre la movilidad sustentable se discutió la caída del 40% de pasajeros en el transporte urbano después de la pandemia y su repercusión en los costos.


La amenaza del cambio climático y la contaminación ambiental juegan un papel preponderante en el desarrollo sostenible de las ciudades. Es por ello que en América Latina y el mundo se habla cada vez con más ímpetu de la e-movilidad, una forma limpia y sostenible de ir de un lugar a otro.

La e-movilidad es el uso de energía eléctrica en lugar de combustibles fósiles en los diferentes medios de transporte para disminuir la contaminación. Esta modalidad representa una gran oportunidad para descarbonizar el transporte de forma rentable y energéticamente sostenible. Latinoamérica es una de las regiones más vulnerables al cambio climático y la e-movilidad es un paso importante en el camino hacia el desarrollo sostenible.

Ciudades de todo el mundo ya han desplegado diferentes modelos de negocio para introducir autobuses eléctricos (e-buses), con el fin de superar los altos costos, el acceso insuficiente a la financiación y la dificultad para cambiar los contratos de concesión lo que facilita la transición al transporte público eléctrico.

El costo total de los e-buses, incluyendo los costos de compra y el uso a lo largo de su vida útil, es inferior al de los autobuses diésel, por lo que las inversiones tienen sentido a mediano y largo plazo con un modelo de financiación adecuado.

Entre las varias ventajas del uso de esta tecnología se encuentra que reduce la contaminación acústica y elimina las emisiones. La electrificación es una forma flexible, eficiente y sostenible de descarbonizar la economía. Más del 80% de las personas que viven en zonas urbanas están expuestas a una calidad del aire que superan a los límites que establece la Organización Mundial de la Salud. Esto es causado, entre otros, por el uso de la energía de los combustibles fósiles para alimentar los vehículos.

“Las experiencias de electrificación más relevantes en América Latina son las de Chile y Colombia”, señala Liljana Sekerinska, especialista sénior en transporte del Banco Mundial. “Los 800 autobuses eléctricos de la ciudad de Santiago podrían duplicarse en 2022 y en Bogotá, se completará una flota de 1.485 autobuses eléctricos en los próximos meses”. Es más “a partir de 2022, no permitirán la entrada de autobuses convencionales a la ciudad colombiana” indica Sekerinska.

En el taller virtual, se discutió el caso de Uruguay, donde el transporte público se usa un 40% menos que antes de la pandemia. Actualmente, este país se encuentra en transición de autobuses regulares a eléctricos. Ya se han incorporado al sistema 32 ómnibus eléctricos que en su mayoría tienen más de un año de funcionamiento y 760.000 km recorridos en conjunto.

Los resultados son alentadores, con un consumo medio de 1,0 km/kWh, un importante ahorro económico y casi 800 toneladas de emisiones de CO2 evitadas. Otros ejemplos regionales que resaltar son Ciudad de México, que cuenta con 273 ómnibus eléctricos, Buenos Aires con 88 colectivos o Guayaquil con 20 ómnibus .

La ampliación de la movilidad eléctrica es un paso importante hacia la consecución de los objetivos de descarbonización en América Latina. 
©Información del Banco Mundial

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