“Más inclusión” hace posible que grupos de productores mejoren sus emprendimientos en Lavalleja.

Diversas iniciativas que funcionan en el marco del Proyecto Piloto de Inclusión Rural (PPIR) avanzan con éxito en la zona de Lavalleja. Para conocerlas, entrevistamos a integrantes de los grupos “Arroyo Malo”, los queseros de Gaitán y “Vecinos Unidos de Polanco”.





El Proyecto Piloto de Inclusión Rural (PPIR) surge por un préstamo del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), que busca apoyar la estrategia del gobierno para erradicar la pobreza del medio rural. Es implementado por el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca a través de la Dirección General de Desarrollo Rural (MGAP/DGDR).

Trabaja con los sectores de mayor pobreza, en el eje de ruta 7. En la primera fase se trabajó en el área de cobertura de las Mesas de Desarrollo Rural de Canelones Noreste y Santoral (Soca y Piedras de Afilar), el este de Florida (Reboledo, Chilcas y Chingolo) y el oeste de Lavalleja (Polanco, Gaitán y Estación Solís). En la segunda fase se extendió a todo el eje de cobertura, incluyendo a Caraguatá en Tacuarembó, Fraile Muerto en Cerro Largo y el oeste de Treinta y Tres.

El PPIR apuesta a fortalecer las Mesas de Desarrollo Rural, incluir a los productores familiares en las cadenas de valor, incluir a los asalariados rurales en las políticas de desarrollo rural, y que la población rural acceda a servicios que mejoran su calidad de vida. Se apoyan acciones de capacitación, asistencia técnica y capitalización de las organizaciones rurales a través de proyectos sociales y productivos, entre otras.

Los proyectos sociales apuntan a resolver necesidades y dificultades de la población a través de pequeñas inversiones que faciliten el acceso a servicios públicos o bienes públicos para mejorar la calidad de vida. Las inversiones se deben realizar en espacios de uso comunitario o público. Los proyectos productivos son para aumentar la productividad y los ingresos en la población beneficiaria, a través de la asistencia técnica e inversiones que mejoren los procesos de producción y comercialización, buscando la inserción de los productores familiares en las cadenas de valor.

Grupo “Arroyo Malo”

Wilson Beltrame vive en Lavalleja en la zona de Manguera Azul y trabaja en un establecimiento rural. Forma parte del grupo “Arroyo Malo”, que está compuesto por asalariados rurales que en diciembre de 2015 accedieron a tierras del Instituto Nacional de Colonización, en la quinta sección de Polanco y emprenden un proyecto colectivo de tipo ganadero. Son seis integrantes en total. Presentaron una propuesta con la intención de mejorar las aguadas del campo y la parte de forraje: “De las aguadas hemos hecho poco, arrancamos con un tajamar, pero cuando vinieron las lluvias lo fuimos dejando y ahora estamos viendo de seguirlo con la retro”, cuenta Wilson. En cuanto a la parte forrajera, pudieron hacer un verdeo de invierno: plantaron 11 hectáreas de avena y sorgo forrajero: “para ser tierras viejas, se anduvo bien”, cuenta el productor. “La idea original era terminar en marzo de 2018 con una pradera implantada, pero no hemos podido con la gramilla y, por consejo del ingeniero que nos asesora, estamos evaluando hacer otro verdeo”, explica. Se dedican a la producción ganadera, apuntando a la cría. Quieren sacar más terneros y más quilos. Venden todos los terneros machos y las hembras, pero el año pasado dejaron algunas terneras hembras y este año piensan hacer lo mismo, apostando a concretar un rodeo común: “Por ahora, si bien trabajamos juntos, como si fuera un rodeo común, cada cual tiene lo suyo”, explica Wilson.

Gracias al PPIR han podido acceder al asesoramiento técnico y han contado con algunas capacitaciones sobre aspectos legales y de personería jurídica. “Tenemos prevista otra reunión con el contador, para ver a qué persona jurídica nos inclinamos, si sociedad agraria o cooperativa”, dice Wilson. Según el asalariado, este tipo de propuesta sirve mucho: “El apoyo es muy bueno siempre; nosotros apostamos a vincularnos lo más posible con referentes de la zona y del gobierno; todo lo que llegue de afuera siempre será bienvenido”.

La propuesta les pareció muy interesante: “Nosotros no teníamos pensado hacer mejoras tan enseguida de haber entrado al predio, pero al salir esta propuesta… nos embarcamos”. De a poco, han podido ir aumentando la producción: “Nos ha ido bien”, dice el productor.

Producción colectiva de hortalizas

Elisa Silvera es una productora de Polanco, departamento de Lavalleja. Vive en el campo junto a su marido. Forma parte del grupo “Vecinos Unidos de Polanco”. La propuesta busca generar una experiencia colectiva de producción hortícola a nivel comercial, que permita mejorar el acceso a hortalizas a nivel local. El grupo está conformado por pequeños productores, en su mayoría mujeres, que trabajan en sus predios. Buscan, a través del aumento de la producción y la comercialización, ampliar sus ingresos, generar ingresos extra en las familias y lograr fuentes laborales para las mujeres, ya que, dadas las características de la zona rural, estas son muy escasas. Además, buscan mejorar la alimentación en una comunidad donde escasea el abastecimiento de hortalizas.

“Del proyecto nos enteramos por el Ministerio (…) como acá hay personas que nos gusta la tierra, pedimos para que nos mandaran un ingeniero agrónomo… Así empezamos; somos cuatro productores; nos unimos y vino la gente de PPIR a ver qué pensábamos hacer…”, cuenta Elisa. Ella tuvo quinta toda la vida. “Nuestra contraparte es nuestro trabajo y pensamos dar alguna charla para la escuela, sobre la huerta y lo que hacemos”, dice la productora. Producen todo tipo de hortalizas: morrones, tomates, zapallo, papa, pepino, ajo…, según la demanda. Con el dinero aportado por el proyecto pudieron comprar materiales para trabajar: “Nos vino bárbaro porque compramos cantidad de materiales que no teníamos: una bomba eléctrica, caños, manga, cinta, media sombra, bandejas para almácigos, plantines… Además pudimos comprar un tractor y el arado, porque no teníamos con qué preparar la tierra, lo hacíamos a pulmón, a pala y azada”.

Han tenido capacitaciones. Recientemente participaron de un curso de riego y ferti-riego que se hizo en Tala. La intención, como grupo, es en algún momento poder vender la producción en conjunto. Elisa cuenta que escasean mucho las hortalizas en la zona: “Traen algo en camiones, pero es carísimo; a mí me gustaría abastecer a la gente de la zona y después sí, salir a la ciudad”.

Elisa compró por cuenta propia un tanque para riego y agrandó el tajamar: “Estamos muy contentos; a mí personalmente me encanta la tierra. Me levanto a las 4:30 de la mañana, tomo mate y después ya me pongo a trabajar hasta las 10 y algo, cuando el sol empieza a apretar…”. “Estamos muy conformes con la mano que nos han dado”, concluye la productora.

Queseros de Gaitán

Odonel Ortiz vive en la tercera sección de Lavalleja, entre Gaitán y Soldado. Tiene quesería y también se dedica a la producción de ganado de carne. Forma parte de un grupo con otros cuatro queseros. Presentaron un proyecto al PPIR.

La propuesta busca mejorar las condiciones productivas de las queserías artesanales de tipo familiar, mejorar la infraestructura productiva que asegure las condiciones higiénico-sanitarias para la elaboración, y mejorar la productividad, apuntando a la formación y al acceso a la asistencia técnica.

Odonel formó parte de otro grupo, hace cinco o seis años, con el que consiguieron, por intermedio de la Intendencia y el Ministerio, que un técnico del LATU les enseñaran a producir: “Aprendimos muchísimo; el técnico estuvo viniendo dos años y nos sirvió como base. Ahora queremos conseguir más capacitación, porque los cuatro productores con los que formamos este grupo, no tuvieron esa instancia”, explica. “Formamos el grupo pensando en sacar créditos en forma colectiva. Tenemos problemas con el agua y por medio del Ministerio nos consiguieron cloradores, pero estos queseros nuevos tampoco estaban en el grupo cuando accedimos a los cloradores y por eso estamos buscando conseguir de vuelta”, cuenta.

Cada quesero trabaja por su cuenta, en su tambo. Con el apoyo del PPIR, Odonel pudo poner alambrado y hacer pradera, otros pudieron comprar vacas, otros acondicionar los tambos, hacer una cámara o poner aire acondicionado, hacer tubos, mejorar la higiene, poner piso y vereda… “Cada cual fue pidiendo para lo que necesitaba”, explica el productor. “La idea siempre fue juntarnos para vender. El principal problema que tenemos es que estamos rodeados de queseros que nos están en grupo, no tienen sanidad y venden un queso muy barato. Estamos compitiendo con una diferencia de precio importante”, comenta.

El principal punto de venta es la ciudad de Minas, pero Odonel vende mucho en forma particular. Además, está haciendo queso sin sal y ya tiene varios clientes que le piden el producto. En general cuentan con queserías chicas, que producen unos 200 o 300 litros por día. El quilo de queso lleva de 10 a 12 litros de leche, dependiendo de la pastura. Con 300 litros de leche se saca un promedio de 22 o 23 quesos. Producen queso artesanal tipo Colonia.

Participar del proyecto les ha servido mucho: “Estamos todos muy contentos; a estos cuatro queseros nuevos los han ayudado mucho”. Han accedido a asistencia técnica y capacitación y están muy conformes con los apoyos recibidos. Ahora quieren conseguir un técnico que les enseñe a mejorar la producción, en base a las necesidades de cada productor.

Odonel vive junto a su señora. “La quesería es brava; acá no hay sábado ni domingo, hay que trabajar. Pero nos gusta. Y como negocio no hay nada mejor que la quesería. Es plata todos los días. (…) Aparte nos queda el suero, con el que hacemos una crianza de terneros y también tenemos un par de chanchas para tener algún lechón”, cuenta.

Comentarios