Primer grupo de clasificadores que acredita primaria

Siete clasificadores de la planta de reciclado Géminis, fueron los primeros en dar la prueba de acreditación para finalizar primaria. El jueves 28 de mayo, será recordado por ellos como el día que terminaron la escuela. Una jornada donde no faltaron los nervios y las dudas, pero tampoco las bromas y los aplausos. Este grupo es el primero entre los 128 trabajadores de las plantas de reciclaje de Montevideo en aprobar el examen.
 Calle Piedra Alta 1913, 13.30 horas. Es la puerta de Curso para jóvenes y adultos Nº2. Desde lejos se nota la presencia de mucha gente, para el momento y el lugar que es. Más de 30 personas, ubicados en pequeñas rondas, conversan y esperan. Son los clasificadores de la planta Géminis. Vinieron todos para acompañar a las siete personas que en este instante, están en la prueba. Entre ellos también hay integrantes del Programa Uruguay Clasifica del MIDES, que viene acompañando el proceso desde el inicio.

“Ellos son los primeros que se animaron”, dice la maestra que también se hizo presente en la puerta de la institución. Cuenta que fue un trabajo de un año con todos los trabajadores de la planta, partiendo desde lo vivencial. El inicio fue con talleres sobre medio ambiente y cultura del reciclaje. Luego, una artista plástica irlandesa pasó por la planta y en conjunto con los trabajadores, realizaron un mural. Esto derivó en una muestra fotográfica que se presentó en el atrio de la Intendencia de Montevideo.

Y ahí, ayudados por esta iniciativa, empezaron a pensar que podían terminar la educación primaria. Los motivos para abandonar la escuela fueron muchos y de lo más variado. Pero según comentó la maestra, “de a poco fueron interesándose”. 

Mientras la maestra está explicando que hace 8 años que trabaja en educación para adultos y que para ella fue un cambio en su forma de ver la educación, sale la primera de las clasificadoras del examen. Yesica parece ser la más joven del grupo. Cuenta como fue la prueba. Primero es un escrito donde hay que realizar razonamientos matemáticos (regla de tres, conversión de monedas y porcentajes) y al mismo tiempo una parte de lenguaje, donde al mismo tiempo deben argumentar acerca de un problema. 

Para las 14 horas, ya todos están afuera. Los que salieron del escrito ahora tiene que ir al oral. En esta parte del examen, se les preguntará acerca de los puntos débiles de la primera parte y conocimientos de historia y geografía nacional. 

Los que no van a dar la prueba, esperan pacientes. Conversan entre ellos, pero también con los que esperan para entrar. Uno pregunta: “Maestra, ¿trajiste yerba?”. No faltan las conversaciones sobre los líos de la FIFA, el trabajo o los hijos. En cambio, los que van a dar el oral están notoriamente nerviosos. Algunos repasan en voz alta sus dudas con la maestra, otros aprovechan para llamar a sus familiares. 

El trabajo en la planta consta de 35 horas de trabajo por semana y 5 horas de capacitación, siempre los jueves. Dio la casualidad que la prueba fue el jueves, entonces todos aprovecharon esas horas para poder “hacer el aguante” a los siete compañeros. Si bien no hay una tarea concreta de formación, de manera indirecta quienes lo ven desde la vereda de enfrente (literalmente), también miran esto con detenimiento. Algunos estarán dando el mismo examen el año que viene. 

Llaman a la primera, que nuevamente es Yesica. Entra al oral. El resto espera, conversando y riendo. Después de unos minutos sale y se convierte en la primera clasificadora en aprobar la acreditación. Con una sonrisa tímida, le cuenta al resto que salvó y muestra el papel que dice que tiene primaria completa. El grupo aplaude, festeja. Es el logro de Yesica pero también es un poco el logro de todos. 

Siguen llamando, siguen saliendo y siguen aprobando. Al final, los siete salen con sus certificados. En los rostros de todos hay una emoción muy grande por poder dar vuelta la página de una etapa de su vida y comenzar otra. No faltan las bromas, los aplausos, los abrazos y las risas. Como por ejemplo, lo que pasa con Juan que tímidamente sale y casi sin voz dijo que salió todo bien. “¡Bo, salvó el Juan!” grita uno de los compañeros, a los que estaban en la vereda de enfrente. Aplausos a las dos márgenes de la calle. 

Ahora son pasadas las 16 horas. Se sacan la foto de rigor, todos con sus certificados y sus sonrisas nuevas. Los vemos alejarse de la calle Piedra Alta como en una procesión. Pero se van de festejo. Los espera una pizzería de la zona, para celebrar el logro obtenido por los siete. También los espera la felicidad de una nueva chance en la vida.

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