Mujeres narran experiencias acerca de tratamiento comunitario por consumo de drogas

Una publicación editada por la Junta Nacional de Drogas recopila el testimonio de diez mujeres de Montevideo con activa participación en el tratamiento comunitario de personas con problemas por consumo de drogas. “Desconocidas gigantes” es el título del libro presentado el martes 24. Para el secretario general de la institución, Milton Romani, el trabajo de base comunitaria es insustituible en la materia.


La publicación, coordinada por la Junta Nacional de Drogas (JND) y realizada por Sandra Leopold y Serrana Mesa recopila el relato de diez mujeres montevideanas, sus trayectorias, las historias de sus comunidades y sus valoraciones sobre el consumo de sustancias.

Este libro presentado en Torre Ejecutiva problematiza acerca de las trayectorias biográficas de las diez mujeres con una activa participación por el tratamiento comunitario del consumo problemático de drogas y resume el desarrollo exitoso de esta modalidad de atención.

Según sus impulsoras, se pretendió reconstruir el devenir biográfico en vinculación con el consumo problemático y el tratamiento comunitario, recuperando modos de pensar y de actuar de las involucradas, así como sus perspectivas acerca de los efectos que la relación y dedicación a estas temáticas ha generado en sus trayectos vitales.

Estas diez mujeres —Ángela Barboza, Silvia Bonino, Tania Borges, Beatriz Correa, María Teresa Monteverde, Elba Núñez, Nora Olivera, Jacqueline Ubal, Andrea Vallejo y Mirta Velazco— han narrado sus propias vivencias.

El Centro de Escucha de Cruz de Carrasco, Aleros en Malvín Norte, el Achique en Casabó, un grupo de ayuda en el Apex del Cerro y la policlínica de La Teja  son algunas de las propuestas instaladas en barrios de Montevideo en las que ellas trabajan.

Para el secretario general de la Junta Nacional de Drogas, Milton Romani, el trabajo de cercanía es insustituible en cualquier estrategia en materia de drogas.

“Desde  hace tiempo la JND tiene un trabajo enfocado hacia los barrios y es en contacto con la sociedad civil y las organizaciones barriales que ya está haciendo un trabajo de amparo y de escucha, que lo incorporamos como una de las líneas de trabajo”, subrayó.

Según destacó, respecto a las acciones preventivas y de tratamiento los tratamientos de base comunitaria cumplen un rol fundamental y, si bien el Estado no puede estar ausente, ningún sistema de salud puede cubrir lo que cubren estos centros.

La responsable de la Secretaría de Género de la JND, Gabriela Olivera, coordinadora general del trabajo junto a Esperanza Hernández, responsable de la Secretaría de Reducción de Riesgos y Daños, sostuvo que las protagonistas de los centros comunitarios han sido en gran medida las mujeres. “Muchas veces nos hacemos cargo del cuidado de los otros, y a veces esto incluye a la familia, pero también se extiende al barrio, a vecinos, a dar una mano a otros, y en esto las mujeres somos protagonistas”, insistió.

Relatos

El vínculo sostenido en el tiempo con ciertas instituciones, la asunción de opciones profesionales, políticas y religiosas y la toma de decisiones que supusieron cambios radicales en momentos clave de las trayectorias biográficas aparecen repetidos en los distintos relatos.

En ciertos casos, algunas de las mujeres muestran como una experiencia coincidente el impacto de la religión en su formación, particularmente en lo que refiere a la incorporación de ciertos valores vinculados a la compasión, a la ayuda al más débil y una práctica que ciertas congregaciones religiosas desarrollan, de trabajo con personas excluidas.

Otras historias remiten a experiencias de militancia política, que involucró a las protagonistas en ámbitos gremiales, partidarios y comunitarios, y direccionó sus vidas en clave de solidaridad y atención hacia los más desposeídos, en el marco de un férreo rechazo a la desigualdad social.

En otros casos, las opciones profesionales asumidas en lo que refiere a sus especializaciones impulsaron a algunas de las entrevistadas a trabajar con la población de mayor dificultad socioeconómica.

Algunas enfrentaron experiencias de consumo problemático de drogas, ya sea efectuado por ellas mismas o por algún familiar cercano importante en sus vidas. El hecho de haber vivido estas experiencias caracteriza a sus prácticas en los dispositivos por un cariz particular: haber estado ahí.

Si bien reconocen que no es este un tránsito socioocupacional prestigioso, defienden en sus relatos su decisión de colocar sus conocimientos en disposición y diálogo con actores locales y causas colectivas, aunque no desconocen las tensiones y los conflictos que esta interacción puede generar.

En este sentido, todas destacan las estrategias comunitarias, el tiempo invertido en la construcción del vínculo con los jóvenes del barrio, sus familias y los vecinos del entorno barrial; un trabajo que insume una disponibilidad horaria que no siempre se puede pautar previamente.

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