Un expediente con pruebas endebles lo tiene desde hace 568 días en el Comcar


En la mañana del 2 de junio de 2011, dos hombres rapiñaron un ómnibus de Cutcsa en la esquina de Los Angeles y Curitiba (en las cercanías de Casavalle) y quedaron registrados en las cámaras de seguridad del vehículo. Cinco días más tarde, la Policía detuvo a Jonathan Soria, a quien la Justicia procesó con prisión preventiva como autor de la rapiña. Soria siempre ha sostenido que es inocente. Desde la Celda 089 del pabellón 2 del Comcar sigue jurando su inocencia. El expediente judicial al que tuvo acceso El Observador muestra que, a pesar de la opinión de la fiscal Adriana Costa y del juez Homero Da Costa, su responsabilidad en el hecho no queda clara.


El parte policial de la detención de Soria indica que “varios comerciantes de la zona” indicaron que el joven “sería habitual a la intersección de Chicago y Natal”. El indicio que hizo pensar a la Policía que estaba frente al autor de la rapiña fue que “presentaba tatuajes en la mano derecha como es apreciado en el video”. A pesar de que la responsabilidad del sospechoso en la rapiña pendía del hilo de los tatuajes de su mano, el 7 de junio la Policía sostuvo en un parte oficial que Soria era el “autor” del delito.

Con el rótulo de responsable de la rapiña llegó Soria al juzgado, donde, tras ver las fotos del rapiñero, explicó: “Esas son las fotos que me mostraron en la seccional. No soy yo el de las fotos; los policías dicen que soy la persona con buzo a rayas y si fuera yo se notarían los tatuajes que tengo en las manos. No soy, ayer la Policía me sacó fotos de lejos y se notaban los tatuajes; si fuera yo se tendría que notar, aparte no se parece a mí. Yo no cometí esa rapiña, yo estaba durmiendo en mi casa a esa hora, 8 y algo. En mi casa estaba mi madre Rosa Márquez y mi tío Marcelo Noville”. Márquez y Noville nunca fueron citados, según surge del expediente.

La debilidad de las pruebas es mencionada por el abogado Víctor Lissidini, quien fue director de Aduanas y defiende a Soria.
La declaración de “varios vecinos de la zona”, que declararon que era “habitual” verlo en el barrio, el reconocimiento del chofer víctima de la rapiña, un gorro azul que tenía en su casa y los tatuajes de su mano, fueron las cuatro pruebas que lo llevaron tras las rejas.
Previamente había estado internado en un hogar para adictos a las drogas. Cuando la Policía lo detuvo, le dijeron que se lo llevaban por haberse fugado del centro de rehabilitación. “Pasó la Policía, nos pararon y me preguntó a mí si yo había estado internado por problemas de drogas, contesté que sí y ahí me llevaron detenido. Me dijeron que me llevaban para ver si me había escapado de donde estaba internado y yo les dije que era voluntario, que cómo me iba a escapar”.

Las pruebas
Es difícil asegurar, en base al video de la rapiña, que los tatuajes en la mano de uno de los rapiñeros sean los mismos que los que  Soria lleva en las suyas.

En el video se percibe que el chofer no logra ver más de unos segundos al delincuente. En su primera declaración ante la Justicia, el conductor de Cutcsa, al describir a los rapiñeros, no hace referencia al tatuaje.
En la segunda, dice: “Reconocí a uno de ellos por fotos en la Seccional (...) la persona que portaba la pistola que lo reconocí por fotos, tenía un tatuaje en la mano que llevaba el arma, no puedo decir si era en las dos manos”. Este testimonio evidencia que el chofer advirtió que el rapiñero tenía tatuajes cuando la Policía le mostró la foto del supuesto autor del delito.

La fiscal señaló la debilidad de estas pruebas desde el primer momento y solicitó la incautación de vestimenta del sospechoso. Pero en la pesquisa, la Policía encontró solo un gorro azul, sin distintivos, del mismo color que el que llevaba uno de los delincuentes. En el ropero de Soria no había una campera a rayas ni un pantalón similar al de los delincuentes.

De todas maneras, la fiscal decidió pedir el procesamiento con prisión en forma preventiva. “Si bien el indagado negó ante la sede su participación en el ilícito investigado, la misma surge suficientemente acreditada de la declaración del damnificado, descripción aportada por el mismo, diligencia de reconocimiento, descripción en forma previa del tatuaje que presenta el indagado en su mano derecha, y que fue observado por el damnificado al empuñar éste el arma con su mano derecha en ocasión del asalto, coincidencia del gorro incautado al mismo y filmación agregada”, indicó.
El chofer dijo las dos veces que declaró que quien llevaba el revólver (que según la Policía es Soria) medía “1,70 metros de estatura”. Soria mide 1,85 metros, tal como muestra uno de los registros policiales incluidos en el expediente.

Soria hace 568 días que está en uno de los sectores más hacinados del Comcar por un delito que jura no haber cometido.
El 24 de julio de 2012, la fiscal pidió condenar a Soria como “autor responsable de un delito de rapiña especialmente agravado a la pena de cinco años y seis meses de penitenciaría”. El juez todavía no dictó sentencia.

Una contradicción en el testimonio
En el testimonio de Jonathan Soria ante la Justicia surge una contradicción. En su declaración ante la Policía dice: “Yo no cometí esa rapiña, yo estaba durmiendo a esa hora 8.00 y algo, en mi casa estaba mi madre Rosa Márquez y mi tío Marcelo Noville”. Sin embargo, el 10 de diciembre de 2011, envía una carta a la autoridad carcelaria expresando los motivos de su segundo ayuno. “Es por mi causa, porque soy inocente, quiero una audiencia con el juez que me procesó, yo nunca cometí esa rapiña, yo estaba en la esquina de mi casa y el damnificado dice que me reconoce como el que había hecho la rapiña, hay pruebas de que no fui yo, mi abogado presentó dichas pruebas pero hasta el momento no tuve ninguna respuesta y tomé esta actitud de hacer un ayuno voluntario con sutura de labios porque no aguanto más esta situación y quiero probar mi inocencia”.
Alfredo Bruno, integrante de la organización Preso Inocente, advierte que Soria dormía cuando se concretó la rapiña y que, cuando dice que “estaba en la esquina” de su casa, se refiere al momento de la detención.

Veinte juicios al año por prisión injusta

Según datos del Poder Judicial hay unas 20 demandas por año contra el Estado por encarcelar a inocentes. Aunque no hay datos de a cuántos de ellos se les da la razón. Si se prueba la inocencia se los libera y se les paga una indemnización. La ley “de responsabilidad objetiva del Estado” establece en su artículo cuarto, que “quien haya sufrido prisión preventiva en un proceso penal sin haber sido en definitiva condenado a pena privativa de libertad por lo menos igual al lapso de prisión preventiva sufrida, tendrá derecho a recibir del Estado la indemnización en dinero de los perjuicios materiales y morales que dicha prisión preventiva (el exceso de ella, en su caso) le hubieran causado”. La indemnización es por cada día que la persona estuvo injustamente presa.

Nicolás Delgado | El Observador

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