Los uruguayos se sienten más confiados en sus finanzas


A pesar de un desmejoramiento progresivo de los diferentes indicadores macroeconómicos, los uruguayos parecen estar más confiados en el devenir de sus finanzas propias. 


Parece contradictorio, ¿verdad? El crecimiento económico se desacelera, la inflación alcanza niveles máximos en un año, el déficit fiscal se dispara y la competitividad se deteriora.

Uruguay hoy enfrenta los mayores problemas a nivel macroeconómico desde principios de 2009, cuando padeció los primeros coletazos de la crisis global.

Pero lejos de preocupar al uruguayo promedio, la situación actual le aporta mayor tranquilidad. El Índice de Confianza del Consumidor (ICC) elaborado por la Universidad Católica y Equipos Consultores mejoró en setiembre 1,2% respecto a igual mes del año anterior, después de dos años de caídas ininterrumpidas.

El mayor deterioro del indicador se dio ante el estallido de la crisis europea y la amenaza de ruptura del bloque. Los problemas de deuda en Grecia y España, y la ineficacia de las autoridades europeas para lidiar con el problema, llevaban a los uruguayos a preocuparse por sus propios bolsillos.

En ese momento, es probable que muchos hayan sobredimensionado el impacto de la crisis del viejo continente sobre la situación uruguaya. Si la caída de Lehman Brothers desató el pánico en los mercados del mundo y tuvo como contrapartida un freno en el crecimiento económico a nivel local -y eso que en Uruguay los daños fueron mucho más moderados que en el resto del mundo-, ¿qué pasaría ante un escenario de crisis sin precedentes en la economía de Europa?

Lo cierto es que los meses pasaron, el conflicto se agravó y el impacto sobre la economía uruguaya se vio, pero de forma muy moderada. Las exportaciones se desaceleraron, el desempleo aumentó levemente, la inversión extranjera moderó su ingreso.
Sin embargo, los salarios siguieron subiendo y la gente no vio en sus bolsillos el bajón de la actividad que hacían pensar aquellos titulares sobre la debacle de la economía europea, las trabas argentinas y el freno de Brasil.

Es cierto que la situación uruguaya es hoy más complicada que en los últimos tres años. Sin embargo, todavía Uruguay goza de una salud que es la envidia de medio mundo. Ante esta situación, el consumidor medio está readaptando sus expectativas. Ya no teme una desestabilización de la economía local y la idea de perder su puesto de trabajo se diluye.

Eso incentiva la propensión a consumir y endeudarse, y genera un nuevo desafío para la estabilidad macroeconómica. En momentos donde la inflación se acelera, un nuevo impulso de demanda podría ser peligroso, como también lo es un eventual exceso de confianza en la población.
Federico Comesaña|El Observador

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