Chilenos creen que son los peores en hablar español

Un estudio realizado en Santiago de Chile, conducido a través de la aplicación de 400 entrevistas, hechas por el miembro del departamento de Lingüística de la Universidad de Chile y delegado de la Fundéu BBVA Darío Rojas, a habitantes de la capital chilena, revela que el 29,3 % de los chilenos cree que su país de origen es donde peor se habla la lengua de Cervantes, mientras que un 19,5 % considera que es Argentina.
La explicación a tales resultados señalan que el habla de Chile se cataloga incorrecta principalmente por razones de tipo léxico, en donde se hace uso excesivo de modismos y 'palabras inventadas', que no aparecen en el Diccionario de la Academia Real Española, indica Rojas. Dentro del sondeo de opinión, los chilenos destacaron también la "poca riqueza de su vocabulario" y la abundancia de "muletillas" como 'po', que equivale a 'pues', 'cachái', que significa ¿Me entiendes?, entre otras.

Entre tanto, el 32,4% de los encuestados cree que el problema es fónico, sobre todo por la supresión de la letra 'ese' al final de las palabras, la escasa modulación y la elevada velocidad al hablar. En otras ciudades, los chilenos destacan el uso del español en Perú (37.8%), en donde según los entrevistados se "pronuncia bien" y "marcan todas las letras"; de igual modo ocurre con España (28,8%), lugar que "diferencia el acento de la zeta y la ese".

El responsable del análisis se mostró sorprendido por la percepción negativa que los santiaguinos tienen de su forma de hablar, pues según él, "ya transformadas todas las naciones hispanoamericanas en países independientes de España, esperábamos que hubiera una mayor autoestima respecto del uso del español"; es decir, "que el de Chile fuera igual de legítimo que el de España", comentó Rojas.

Los resultados completos del informe se publicarán de forma gratuita a principios del año que viene junto a los capítulos dedicados al resto de países hispanohablantes que han llevado a cabo los investigadores Miguel Ángel Quesada y Ana Beatriz Chiquito, de la Universidad de Bergen, en Noruega.
EFE

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