Mujeres al volante

Línea 214 con destino a Montevideo. Al llegar a la esquina de Uruguay y Yaguarón un hombre cuarentón, próximo a descender del ómnibus, dice: "¡Me subí con un hombre al volante y me bajo con una mujer en su lugar!" No sale de su asombro. La mira fijo. De reojo. Se sujeta con fuerza de las barandas. Es la primera vez que se cruza con Carmen Couselo (52).

Ella lleva 13 años dominando el manubrio en Cutcsa. Y los comentarios de los pasajeros no cesan. Es la primera mujer conductora, cobradora y propietaria en la empresa. Hoy son cinco en su misma condición.

Maneja a su ritmo. Despacio. Cumple el horario sin estrés. Mira varias veces a los espejos antes de poner primera. No se accidentó ni la insultan por su forma de dominar el volante. Cuenta con la confianza de sus jefes y la complicidad de sus compañeros."¿Usted está segura que viene a tramitar la licencia de conducir para ómnibus?", le decían en la Intendencia cuando se presentó al examen psicotécnico. Los inspectores miraban una y otra vez los papeles. Creían que ella estaba en el lugar equivocado. Pero no.

Se presentó al puesto para hacerle una gauchada a un compañero. En 1995 ingresó en Cutcsa como guarda. "Como yo era propietaria de vehículos, no quería que estos queden parados por la falta de personal", dice sin quejas. Comenzó haciendo suplencias y luego quedó fija por cuatro años. "Lo único que necesitaba para estar habilitada a la conducción de los ómnibus era sellar la libreta. Siendo guarda, mi compañero chofer se tomaba una licencia y no tenía quién lo cubriera. Me convenció para que tomara el volante. Hice las pruebas para sellar la libreta y las que exigía la empresa. Quedé".

En 1999 el entonces directorio de Cutcsa aprobó que una mujer manejara para la empresa. La votación no fue por amplia mayoría. Un director le llegó a decir: "Este no es un lugar para una mujer". ¿El motivo? "Es un lugar demasiado varonil y con comentarios groseros". A ella no le importó.

Nunca pensó en vivir para el ómnibus, pero la genética no le dio tregua. Tenía el camino marcado. "Toda mi familia es omnibusera. Mi padre, hasta que murió, estuvo más de 55 años en Cutcsa. Me casé con un omnibusero. Mi suegro era omnibusero. Mis hijos son omnibuseros", se justifica.

El ambiente ya lo conocía y fue cuestión de acoplarse. Sabe que cuando entra a la terminal, sus compañeros varones se restringen en sus comentarios. Cada tanto escucha "¡Uy! Está Carmen". Ella baja la cabeza y sigue como si nada.

Su mayor miedo era no tener con quién conversar. De guarda podía armar una tertulia, pero manejando no. A pesar de eso, jamás pensó en abandonar el oficio. Su único susto fue a los pocos días de comenzar la labor. La prensa la bombardeó por la curiosidad que despertaba. Pensó que toda infracción cometida iba a jugar en su contra y de todas las féminas que venían detrás.

Hoy las mujeres son 10% del personal de Cutcsa y 32% de las personas que sacan libreta de conducir en Montevideo. Si bien hay quienes explican el crecimiento como consecuencia de los avances logrados por la mujer, Carmen entiende que "se trata de otra fuente de empleo". No descarta que a las empresas "les queda muy bien incorporar a mujeres", pero observa que muchas compañeras ingresaron a trabajar por iniciativa propia.

DESPISTADAS. A nivel general, las mujeres son uno de cada diez candidatos a sacar licencia en Montevideo. Según la última encuesta de vialidad realizada por Radar, las mujeres aducen seis veces más que los varones que "les da miedo conducir".

Aún considerando que son menos las que se animan a sacar libreta, las infracciones cometidas por mujeres son inferiores a los hombres. La mayoría de las multas son por "despistadas". En varios casos sus vehículos están en malas condiciones o hablan por celular al manejar.

La luz roja del semáforo a ellas les merece más respeto, de acuerdo a un informe de la ONG Luchemos por la Vida, efectuado en Buenos Aires en 2010: violan esa señal 52% menos.

Un estudio de 100 accidentes fatales realizado en 2011 por la División de Tránsito de la Intendencia de Montevideo, constató que cinco tuvieron como protagonistas (no necesariamente responsables) a conductoras. En dos casos fallecieron peatones, en otros dos los conductores de motos y en el último la propia mujer (es el caso de las tres jóvenes en una moto, quienes circulaban alcoholizadas).

A la hora de salvar el examen para obtener la licencia, no hay grandes diferencias. Casi 75% aprueba, sin distinción de género. La tendencia se mantiene para quienes tramitan la libreta profesional, como Carmen.

IMAGINARIO. Las estadísticas indican que las mujeres manejan mejor que los hombres. Sin embargo, en el imaginario colectivo perdura el convencimiento de que ellos son más aptos para el volante que ellas. Es un prejuicio. "Una idea muy afirmada sobre algo que no se sabe, que se ignora", explica la psicóloga de la Unidad Nacional de Seguridad Vial (Unasev), Ileana Poloni.

El rol de la mujer en el tránsito difiere del hombre, porque "somos diferentes por naturaleza", dice la especialista. Ese papel trasciende todos los órdenes de la vida. "Cada ser humano es una unidad y cada uno de nosotros nos expresamos como somos en todos los ámbitos sociales", agrega. La vialidad, es un hecho social. Por tanto, los cambios que se producen en el seno de cada colectivo -como la revolución feminista- se expresan también en el tránsito.

"En nuestras sociedades occidentales y cristianas, las resistencias machistas son muy fuertes", asevera Poloni. De todas formas, aclara que en Uruguay cada año hay "más mujeres en actividades viales: ingenieras, técnicas viales, inspectoras de tránsito, arquitectas, médicas especializadas, conductoras, policías, psicólogas y otras especializaciones".

Las mujeres llevan su instinto materno al volante. Eso les permite mantener un reflejo por preservar la vida. "Son más precavidas, no transitan a velocidades elevadas, tienden a cumplir con las normativa, y su toma de decisiones tiende a ser más cautelosa", señala Poloni.

Aún así "conducimos según vivimos". El estado de ánimo del momento es decisivo para la forma de conducir, independientemente del género de quien conduzca.

El miedo no es un estado dominante en la mujer, sino "una de las ficciones machistas más elaboradas durante siglos", asegura la psicóloga. "El miedo es un sentimiento natural en la hembra y en el macho de la especia humana; cuando no se ha aprendido a controlarlo, puede producir violencia", sentencia.

Las cifras
3 De cada 10 libretas que se emiten en Montevideo corresponden a mujeres, cuya aprobación es similar a los hombres (75%).

13,2% Es la participación de mujeres en accidentes de tránsito, considerando todo tipo de siniestro. Los hombres registran 83,8%.

10% De trabajadoras mujeres es lo que cuenta Cutcsa entre su personal. Una sola es conductora, cobradora y propietaria a la vez.

52% Menos que los hombres, es el porcentaje de violación del semáforo en rojo que cometen ellas, según estudio de vialidad porteño.

Prefieren evitarlo por la "PELIGROSIDAD"
Veinte mujeres, tres minutos, cero fichas
Cuando usted encomienda un taxi, difícilmente la que conduzca sea una mujer. En Montevideo se estima que de 3.060 coches, sólo en 20 ellas están al volante. En el interior la cantidad desciende a la mitad.

Las mujeres no quieren este tipo de trabajo "por la peligrosidad que hay en la calle", dice Óscar Dourado, presidente de la Gremial Única del Taxi. Las que prefieren arriesgarse, lo hacen porque "no encuentran otra inserción laboral", cuenta. Salvo una mujer, las restantes trabajadoras del taxi son mayores de 45 años y sus posibilidades de formar parte del mercado de trabajo son muy reducidas.

En las paradas de taxis a ellas se las trata con delicadeza. "La presencia de la mujer en cualquier actividad implica respeto", dice Dourado.

El dirigente sindical entiende que los turnos de 12 horas no van en desmedro del rol materno. La posibilidad de ser autónomas en su vehículo "les da la flexibilidad de ir adonde quieran".

A destino con toque femenino
"Manejar un ómnibus es más fácil que un auto", cuenta Carmen Couselo, la primera mujer con esa tarea en Montevideo. "Cuando no había dirección hidráulica en casi ningún vehículo, el transporte colectivo ya tenía", recuerda. La inmensa carrocería le da poder. La sensación de tener la responsabilidad e ir a su paso. Se toma el tiempo necesario con cada cliente. "Buen día", le dice a cada uno de los que suben al ómnibus. Si no la conocen, se sorprenden. Los que la ubican, la saludan. Los pasajeros más frecuentes se extrañan cuando no la ven y preguntan: "¿Y Carmen?"

Ella siempre está. Se la puede encontrar en alguna línea diferencial o interdepartamental. Si bien en Uruguay es usual que las mujeres ganen menos que los hombres al desarrollar la misma tarea, Carmen cumple el mismo horario y percibe igual salario que sus colegas varones. Tampoco existen diferencias de recorridos según el género.

Cuando le toca el turno matutino, se levanta a las cuatro de la mañana. Llega a la terminal y prepara el ómnibus para el recorrido. Cambia el aceite, revisa el agua, las cubiertas y ultima todos los detalles. Al horario no lo ve como una limitación para la crianza de los hijos. Todo lo contrario. Siente que le queda toda la tarde libre para hacer sus cosas. Por eso, y porque le gusta, no ve incompatibilidad alguna entre su tarea y el rol de cualquier mujer en la sociedad actual.

A sus 52 años, Carmen no piensa en su retiro. Disfruta de ser la primera en lo que hace. Siente estima cuando sus compañeros la elogian por cómo deja el ómnibus: limpio. Cuida la carrocería como a su propia apariencia. Es delicada. Junto a la palanca de abrir las puertas tiene su neceser, en el que con seguridad guarda los implementos para estar de punta en blanco, como se la ve al volante del bus.

Su goce comienza cada día cuando pone primera y aprieta el acelerador. Finaliza en la Terminal de Río Branco. Destino.

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