Tras 20 años parecemos cuatro extraños

El funcionamiento del Mercado Común del Sur (Mercosur) es la primera señal de que la historia en común poco importa a la hora de negociar. Veinte años después de su creación, la integración se parece más a una utopía que a un objetivo. Por un lado, Argentina y Brasil, los socios grandes –aunque muchas veces enfrentados–, y por otro Uruguay y Paraguay, los socios pequeños que juntos apenas arañan el 3,5% del Producto Bruto Interno (PBI) del bloque. “Hay mucho bilateralismo. Al no hacerlo entre cuatro, no se cumple la regla. Lo que hay es un discurso político amplificado”, dijo a El Observador Marcel Vaillant, investigador del Departamento de Economía (Decon) de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República.
El Mercosur es visto por el gobierno de José Mujica como una “herramienta imprescindible” y base de la estrategia exterior. ¿Por qué el gobierno insiste en mantenerse dentro de lo que no funciona? Por la promesa: un mercado de 300 millones de personas y la plataforma para integrarse en mejores condiciones al mundo. Pero la ventaja de Uruguay –ubicación geopolítica, institucionalidad y equilibrio negociador– resulta ser también su problema: lo convierte en la puerta de entrada por excelencia ante los ojos de las multinacionales pero, a juicio del especialista en derecho financiero Carlos Loaiza, “es algo que los grandes no estuvieron ni están dispuestos a aceptar”.
Proteccionistas
Las dos grandes economías del bloque han sido las que más políticas –comerciales, de estímulo fiscal y económicas– han aplicado con el fin de combatir la crisis financiera internacional, aumentando la protección de sus intereses.
Un ejemplo es el reciente anuncio brasileño de un nuevo impuesto del 30% a las importaciones de autos, por el que la armadora uruguaya Effa Motors envió a seguro de paro a 400 empleados y se aceleró una misión diplomática para destrabar el conflicto por medidas con las que el gobierno vecino quiere protegerse de China. Esta situación se sumó a las licencias no automáticas y temporales que estableció unos días atrás para las importaciones de papel. En ese caso, Uruguay vería afectado un comercio de US$ 13 millones para un rubro que en total exporta US$ 40 millones al año.
La principal medida proteccionista implementada por Argentina ha sido la incorporación de nuevos ítems a la lista de productos con requerimientos de licencias no automáticas de importación. En 2009, cuando la lista incluía 37 líneas arancelarias y el tiempo de espera superó los 100 días, el mercado uruguayo, especialmente el textil y el del plástico, perdió ventas por US$ 30 millones.
En tanto, la Agencia Nacional de Aviación Civil (ANAC) le ha negado permisos a Pluna para volar a ciudades del interior argentino. Y, además, Argentina se opone al pasaje de energía eléctrica desde la represa paraguaya Acaray hacia la uruguaya Salto Grande por la red argentina.
Vaillant fue categórico: “El Mercosur es cada vez más restrictivo, más limitante”. La construcción de una unión aduanera implica establecer una nación comercial y compartir soberanía sobre la política comercial y este objetivo “está fuera del alcance”.
El dilema del pequeño
Las armas de Uruguay son pocas. La única herramienta a su disposición es, a juicio de Loaiza, el “soft power”, es decir, que su intermediación esté al servicio de la estabilización del bloque. “Pero en el Mercosur no ha sido suficiente”, apuntó. La alternativa vendría a ser la utilización de un “smart power”, es decir, una negociación con terceros sin abandonar el bloque. Así ocurrió en los acuerdos con Chile, México, Colombia y Estados Unidos. Pero he aquí otro problema: “El Mercosur no parece dispuesto a aceptar que sigamos un camino unilateral”, afirmó Loaiza. Se agrega que  Uruguay carece de una política exterior diversificada. Más del 30% de las exportaciones uruguayas dependen de la región. “Con el Mercosur funcionando mal, Uruguay se siente oprimido”, agregó el abogado.
Por su parte, Vaillant señaló que las falencias del bloque generan que los mercados internos tengan una “credibilidad muy baja”, poniendo en riesgo la atracción de futuras inversiones. “Si la industria automotriz uruguaya tenía un proyecto regional, la expectativa fue erosionada”, completó. En 2010, las exportaciones de vehículos de Uruguay totalizaron US$ 103 millones, según datos del Instituto Uruguay XXI, la mayoría de las cuales tuvieron a Brasil como destino.
Según el economista, la lección que Uruguay debe aprender del episodio es ampliar el horizonte, primero en América Latina. “La versión de la comarca es idílica. Los hechos demuestran que no es el camino”, manifestó.
El economista argentino José Fanelli, investigador del Centro de Estudios de Estado y Sociedad (Cedes), comentó a El Observador que el Mercosur no limitó la inserción extrarregional de Uruguay pero, irónicamente, perjudicó la regional. “No tiene vecinos con capacidad de actuar como líderes”, aseveró. Y añadió que Argentina y Brasil han pasado los últimos 20 años mirándose “sus propios ombligos”.
Sobre la alternativa de insistir en los mercados extrazona, Fanelli indicó que hoy “no está clara” su conveniencia en una época de crisis macroeconómica y shocks internacionales.
Es este contexto el que más atemoriza a Loaiza. La crisis hasta ha hecho tambalear al supuestamente bloque fuerte de la Unión Europea. “Si fracasa la Unión Europea, no hay mucha más esperanza para el Mercosur”, concluyó.
US$ 30
Millones.
Fue la cantidad que perdió el sector textil y del plástico por el conflicto con las licencias no automáticas de importación impuestas por Argentina en 2009.
3,5%
Del PBI.
Es lo que generan Uruguay y Paraguay dentro del bloque; mientras que Brasil es responsable del 70% del PBI de la región.

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