Los actos de presencia desnudan mitos

Los actos de presencia desnudan mitos

La opinión de Luis Ventura

Los que supimos ganar un lugar, grande, mediano o pequeño, en el corazón de la gente, tenemos una nueva manera de ganar algún peso más con ese cariño y esa necesidad de estar cerca que demuestra el público que nos sigue. De ahí que en los últimos tiempos, a propósito de eventos comerciales, de promociones, de discotecas, de inauguraciones de todo tipo de locales es que se han instalado una nueva figura de contratación: “el acto de presencia”.
Así como te lo cuento y como ya sabemos los que estamos en la rueda de las presentaciones, y también los agentes de ventas como los operadores de estos negocios. Esta nueva figura sirve para presentar a un personaje del momento que no sabe hacer nada y tampoco se esmera en parecer simpático ante la necesidad de esa gente, que en definitiva lo contrata.
¿Por qué me meto yo acá? Porque veo y escucho la consecuencia de la presentación, de ese denominado “acto de presencia” que tener convertido en un gran vacío o una ausencia de importancia. Ocurre que esa nueva denominación se instala para cubrir la falta de artística que llevará el personaje contratado.
¿De qué hablo? Muy fácil, el notorio sujeto llegará escoltado y atiborrado de patovicas, custodios y agentes de seguridad, como si llegara el Sumo Pontífice, con medidas de alta complejidad de controles. El contacto con la gente será casi nulo, porque ese sujeto, justamente suele aborrecer a todo ser vivo que se le acerque.
¡Y ni que hablar si alguien osa pedirle un autógrafo, una miserable foto, o darle un abrazo o un beso! Ahí se te puede caer encima toda la guardia de seguridad para hacer evidentes que ellos están y que al sujeto que llevaron es muy importante. .
Días pasados vi un “acto de presencia” de Gonzalo Heredia en Córdoba y la verdad me dio pena que un protagonista ya de su presencia no haya hecho otra cosa que levantar su mano derecha para saludar al público del boliche que bramaba. ¡Otra actitud, muchacho!
Pero no es el único, porque pasa con otros. Le ocurre a Nicolás Cabré, a Luciano Castro… y eso es algo que ellos debería trabajar, elaborar para tratar de les vaya mejor, al menos con la gente. Los comentarios cuando se van yo los he escuchado, sobre todo a los empresarios que pusieron la platita para llevarlos y quedan desencantados con los resultados.
Quizás tengan que ver los humores de los célebres sujetos, con aspectos de timidez disimulada, cuestiones de no saber manejar cariños populares, falta de seguridad a la hora de enfrentar al gran monstruo que puede ser una multitud.
Pero no son sólo los galanes, también ocurre con modelos y vedettes que aceptan los “actos de presencia” y después no bailan un pasito musical, no regalan una sonrisa y mucho menos se prestan a sacarse la fotito de rigor.
Por eso quiero decir, que jamás de los jamás, vaya a donde vaya dejaré de respetar a los que me contratan y mucho menos a la gente, que es la que nos mantiene vivos y nos colma de satisfacciones. Chau, hasta el próximo Sábado.

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