Acuerdo sobre cambio climático defenderá países productores de alimentos como Uruguay

“Es un paso histórico, un punto de quiebre”, afirmó el responsable del Sistema de Respuesta al Cambio Climático, Ramón Méndez, en referencia al acuerdo alcanzado en la Conferencia de las Partes por el Cambio Climático en Paris: COP 21. Se logró un acuerdo muy favorable para Uruguay y el mundo porque los países contaminantes comenzarán a pagar la deuda climática que generaron y se respaldará la producción de alimentos, dijo. 
En conferencia de prensa, en la cual estuvieron presentes los ministros de Ganadería Agricultura y Pesca, y de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente, Tabaré Aguerre y Eneida de León, Méndez mencionó los principales aspectos del documento al que arribó la COP, en el cual Uruguay se ve claramente beneficiado porque se indica que los países desarrollados y contaminantes comenzarán “a pagar la deuda climática que tienen con los países como el nuestro, que no contribuyen en el cambio climático”.

“Uruguay se trae la protección de la producción de alimentos, ya que se reconoce la agricultura como algo que debe preservarse, y se logró que todos los países de renta media y alta como Uruguay tengan acceso a la línea de financiación y a la transferencia de tecnología que nos permitirá los medios para adaptarnos mejor al cambio climático, generar la infraestructura para el mundo que se viene, proteger nuestra salud pública, nuestro turismo y nuestros cursos de agua, entre otras cosas”, subrayó.

Es un acuerdo que coloca los derechos humanos en el centro, yendo más allá de lo estrictamente económico porque reconoce la igualdad de género y los derechos de los pueblos indígenas, de las culturas ancestrales incluyendo el derecho al mantenimiento de los bosques y el reconocimiento de la madre tierra.  

Resaltó que el mecanismo con el que se trabajará es innovador ya que funcionará  ”de abajo hacia arriba”: los países dicen que es lo que están dispuestos a hacer y eso se transforma automáticamente en una obligación. Cada cinco años se realizará una revisión global de los objetivos trazados para ver si pertenecen al camino que indica la ciencia. “Esto es muy fuerte, todos decimos cómo contribuiremos pero tendremos que ponernos de acuerdo y cumplirlo”, dijo.

Para el jerarca el acuerdo equilibra las responsabilidades ya que propone mantener el aumento de temperatura “muy por debajo de los 2 grados”; incrementar la habilidad de los países a adaptarse a los efectos adversos del cambio climático y al desarrollo bajo en carbono para que no amenace la producción de alimentos, y en tercer lugar propone hacer que el dinero fluya adecuadamente y consistentemente, por el camino hacia un desarrollo bajo en emisiones y climáticamente resiliente.

Marcan objetivos y obligaciones que los países suscriptores deberán cumplir, explicó Méndez, y destacó que el papel de la ciencia deberá ser central en la toma de decisiones. “Esto es un elemento central ya que la diplomacia científica ocupará un papel preponderante por primera vez”.

“Este acuerdo es como una gran constitución y ahora hay que escribir las leyes, decretos y reglamentaciones que hagan posible el aterrizaje de todos estos elementos a los que los países nos comprometimos”, agregó.

Reconoció que es un acuerdo muy ambicioso y tal vez no se comprenda fácilmente por el lenguaje en el que está redactado, pero destacó que marca un camino y reconoce el trabajo de años y años de varias organizaciones como Greenpeace o redes de activistas.

Méndez concluyó que lo que se logró en París no fue casualidad, “no es fruto del azar, se trabajó durante meses en un trabajo colectivo a nivel nacional y fuimos a buscar las alianzas necesarias con distintos países, organizaciones y colectivos. Esto fue lo que permitió que algo poco probable se transformara en una realidad”.

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