Intrusos en la historia de Gardel


El tesoro del padre de Mabel era una foto en la que sonreía al lado de un joven apodado el Zorzal Criollo. La imagen había sido tomada un verano, debajo de unos eucaliptos que daban sombra a la calle Rimac frente a la rambla de Malvín. Esa casa, hoy todavía en pie, era “Villa Yerúa”, propiedad de don Francisco Maschio, entrenador de caballos de carrera, entre ellos, de Lunático, el purasangre favorito de Carlos Gardel. Mabel, que aún vive a cuatro cuadras de allí, perdió la foto por esos descuidos amargos de la vida, pero todavía recuerda a su padre cada vez que pasa por la puerta de Rimac 1371.


Pero lo que ve no tiene el resplandor de su infancia. Hacia el año 1920 se construyeron los primeros chalets que definieron a Malvín como balneario. Entre las dunas de la playa, que sobrepasaban los 20 metros de altura, corrían los purasangres. Los caballos iban desde Maroñas a los médanos para reponerse de las dolencias sufridas en la pista de carreras. Malvín era el lugar elegido por burreros y tangueros, dos mundos, en ese entonces, muy unidos, sobre todo en la casa de Maschio, donde veraneaba Gardel. Ahora, a un pretil que da hacia la rambla le faltan todas las rejas, algunas persianas de madera azul están fuera de su lugar y una ventana fue tapada con tablones y plásticos. Las paredes lucen ese típico gris del abandono.

La vivienda, hoy propiedad de la Intendencia Municipal de Montevideo (IMM), ha sido ocupada por distintas generaciones de una misma familia, lo que contribuyó a su deterioro. Su estado preocupa a los vecinos que exigen a la comuna que se haga cargo del desalojo y su restauración. Según informó UNoticias, las autoridades locales están de acuerdo con los vecinos.

El desdén de la historia
Susana Camarán, alcaldesa de Malvín (barrio comprendido dentro del Municipio E), explicó que una de las personas que vive ahora en “Villa Yerúa” es hijo de un antiguo intruso al que, en su momento, se le ofreció ese lugar para vivir. El vecino de puerta aclaró que se trataba del cuidador designado por el propio Maschio y que su hijo, hoy “de 40 y tantos años” y al que conoce desde su llegada a Malvín por los años 70, vive con su esposa e hija adolescente que, según el vecino, alguna vez pagó una especie de alquiler al Banco República como vivienda municipal. Esta familia enfrenta ahora un juicio para su desalojo y el municipio, a instancias de los vecinos, realizó la solicitud para que el chalet sea declarado monumento histórico. Esta designación obligaría a repararlo y conservarlo. Los años de ocupación hicieron que la casa luzca hoy deteriorada, pero no ruinosa, y con algunas modificaciones que alteraron sus líneas originales: un tejido protector o tejas pintadas de blanco.

No obstante, el vecino apuntó que el muchacho, de apellido Aguirre, invirtió dinero en el mantenimiento del inmueble, sobre todo en la reparación del techo y en la construcción de una columna en el fondo –donde Carlos Gardel dejaba pastando a Lunático– para evitar un desplome estructural. Para la pena de este vecino, la columna, más una escalera que lleva a la azotea a la que se puede acceder fácilmente, hace que dos por tres sea utilizada por ladrones para recorrer las casas de la cuadra. La propia “Villa Yerúa” fue robada siete veces en los últimos años y en más de una oportunidad fue desvalijada.              

Camarán dijo a El Observador que “no hay intento de venta” de la propiedad, un temor que enfría la nuca de los vecinos más veteranos. El tema llegó hasta el Parlamento con una exposición del senador Gustavo Penadés quien dijo que “no está del todo clara la voluntad de las autoridades municipales” respecto al chalet, “una de las pocas casas que quedan como símbolo de lo que era Malvín a principios del siglo XX”.

Hace un tiempo la IMM pretendió “vendérsela o cedérsela” a la familia Aguirre, relató Fernando, otro vecino, pero “hubo protestas” que trancaron la iniciativa, puesto que los vecinos prefieren que el inmueble sea restaurado y se lo destine a una casa que reivindique la historia tanguera de Malvín. Así lo quiere Mabel que se sabe de pe a pa todos los compositores y músicos que alguna vez han pisado el barrio, como el Rey del Compás, Juan D’Arienzo, que veraneaba en la calle Río de la Plata.

Pero el vecino contiguo, que también conoce el pasado malvinense del 2x4 y su asociación con el turf, prefiere que se queden los Aguirre. “Estoy temblando por si se instalan pastabaseros o cualquier gente de mal vivir”, manifestó. Ninguno de los vecinos se quejó de la relación con los ocupantes. “Me consta que es una familia trabajadora”, agregó el vecino de puerta de la histórica vivienda montevideana.
María Orfila - El Observador

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